16 septiembre, 2024
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José María “Pancho” Martínez, recién nombrado director técnico de San Martín, comparte reveladores detalles sobre su período como ayudante de campo de Diego Maradona en Dorados de Sinaloa. Desde momentos inolvidables hasta confesiones íntimas, Martínez ofrece una mirada única a la vida y legado del astro del fútbol.

En una reveladora entrevista, José María “Pancho” Martínez, recientemente nombrado director técnico de San Martín, comparte experiencias únicas como ayudante de campo de Diego Maradona en Dorados de Sinaloa. Martínez describe la felicidad y la soledad que caracterizaron la vida del ícono del fútbol argentino, destacando momentos especiales compartidos en México. Además, el exjugador brinda detalles sobre la relación de Maradona con sus jugadores, sus sueños de dirigir a Boca, y las enseñanzas que el astro compartía en las charlas técnicas. Una mirada íntima a la vida y legado de Maradona desde la perspectiva privilegiada de quien estuvo a su lado en sus últimos meses como entrenador.

¿Cómo fue la relación de Maradona con José Toño Núñez, presidente de Dorados? —Era buena, pero un día se enojó feo por el estado de la cancha. Se enojó muy mal y quedó reflejado en la serie de Dorados de Netflix. Sus enfados estaban relacionados con defender a sus jugadores. Entonces, si la cancha no estaba en buenas condiciones, los perjudicaba, porque no podían desenvolverse de la manera que debían y no podía evitar que sus dirigidos fueran criticados. Sus enojos eran por defenderlos y no por algo de él en particular. Diego siempre fue un luchador en las causas nobles, para proteger a sus futbolistas. —¿En qué se basaban sus charlas técnicas? —Los entrenadores, para desarrollar las charlas un poco más convincentes, tenemos muchas maneras de gestionar o elaborar una estrategia para seducir y convencer a los jugadores. Lo que a nosotros nos costaba mucho tiempo planificar, armar la idea, convencer y motivar a nuestros dirigidos, a él le salía natural por ser únicamente Maradona. En sus encuentros diarios buscaba generar un ambiente en donde todos se consideraran importantes; los que jugaban y los que no, porque siempre trataba a todos por igual. Quería que el futbolista se entregara al máximo y que se cuidara. Previo a los entrenamientos, contaba sus malas experiencias para que sus dirigidos no las repitieran. Además, transmitía la pasión de cómo vivía el futbol, que al final nos terminaba contagiando. Diego tenía varias combinaciones producto de su esencia: pasión, verborragia y euforia. Le sacaba a cada jugador lo más importante, más de lo que podía dar. Después, como integrantes del cuerpo técnico cada uno tenía un rol determinado, pero la cabeza trascendental del grupo era Pelusa. Tenía un aura especial. Nunca tuvo la suerte de dirigir a un equipo grande, sino creo que hubiera perdido uno o dos partidos al año, nada más. —¿Criticaba a sus propios jugadores? —Nunca escuché una crítica dentro y fuera del campo de juego. Una vez tuvimos una charla con los integrantes del cuerpo técnico, porque uno del staff había corregido al lateral derecho. Por ese hecho, Diego se enojó porque estaba en plena construcción de liderazgo y de protección a sus jugadores. Para él, si el equipo perdía era culpa del árbitro o de la cancha, nunca de sus dirigidos. Si no le echaba la culpa a la hinchada rival. pero jamás se la agarraba con sus futbolistas. Siempre tenía una salida espontánea, genuina y pícara para poder defenderlos. Nunca los criticaba en público o en privado. Terminaban los partidos, y si el resultado no era bueno, igualmente los felicitaba. Si estaba enojado, su malestar lo volcaba a terceros: árbitros, cancha, rivales, federación, hinchada, pero nunca iba a herir el orgullo de los protagonistas del juego.

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